lunes, 16 de septiembre de 2013

CAPITULO 4 - mi marcha

En seguida entraron dos guarda espaldas en mi habitación mientras Verónica esperaba en la puerta a que me sacaran, me encontraron sentada junto a la ventana llorando por perder todo lo que conocía, pero no se compadecieron de mi, solo sirvió para que me pegasen un empujón hacia la salida.
Salimos del orfanato por la puerta principal, miré hacia las ventanas y en cada una de ellas se veía una carita de niña mirándome, algunas parecían envidiosas, otras se alegraban por mi sonriendo tristemente, pero me hubiera cambiando por cualquiera de ellas, en esos momentos solo podía pensar en ese niño que me hacia soñar todos los días, que me estaría esperando aquella tarde en el campo como siempre y yo no estaría ahí, así que dejé que mi mano se abriera y que el viento se llevara ese pañuelo rojo para que con suerte se enredase en la alambrada y se mantuviese ahí como recordatorio de una historia que nunca acabó, porque las historias sin un adiós, no son historias, son cuentos sin final.

Me metieron en un enorme coche volador y nos acercamos hasta la frontera, estaba llena de soldados ya advertidos de que yo sería entregada a las 4 en punto, me cambiaron por una maleta de dinero...

Y a partir de aquel día viví una vida llena de comodidades, era la favorita de papa pero yo hacia lo imposible por que me odiase, pero ninguno de mis esfuerzos daban resultado, me codeaba en las mas altas esferas, poniendo buena cara a los cumplidos que me hacían y encerrándome en mi habitación siempre que podía, cerrando los ojos, imaginando que estaba junto a el y todo era como antes.

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