martes, 15 de octubre de 2013

CAPITULO 20 - Sollozos

Sin más dilación salimos corriendo, atravesando puertas como podíamos, hasta que llegamos a la puerta trasera y nos abalanzamos sobre ella y sobre los coches, por Dimitry no tubo un entierro, ni si quiera hubo una lágrima por su muerte. Corrimos a toda velocidad hacia la casa de el comandante del ejército, aquellos soldados no llevaban medio de transporte así que no pudieron seguirnos, disparaban a nuestras espaldas, pero lo hacían en vano, sus balas no podían alcanzarnos, por modernas que fueran sus armas.

Por fin llegamos a la casa del comandante, vivía en una urbanización bien afamada, ayí eran todo chalets, jardines excelentemente cuidados y coches de lujo. En ese entorno parecíamos unos mercenarios, la escoria de la humanidad, asustados algunos, otros con pistolas en las manos....
Entrar en su casa también fue sencillo, tenía la llave bajo el felpudo, supongo que no se imaginaba que unos rebeldes tocarían en su puerta precisamente hoy.
Seguíamos los pasillos en silencio, sin hacer el menor ruido ni un movimiento en falso. Llegamos a su habitación y allí lo encontramos vistiéndose con sus altos cargos y abrochando la camisa. No se sorprendió al vernos, no reprimió un grito ahogado cuando Ryu le apuntaba con dos pistolas, ni si quiera le temblaban las manos. Se limitó a ponerlas en alto sobre la nuca y a seguirnos cuando se lo ordenamos. Era un hombre alto y fuerte, de color, con el pelo bastante recortado y un finísimo bigotito. Parecía valiente, justo y sereno, por su reacción se le notaba que los años en guerra habían sido bastantes, tenía una cicatriz de bala en el pecho y otras varias en el abdomen.
Lo llevamos al sótano, e improvisamos una especie de sala de interrogatorios. Lo sentamos frente a una mesa a la que lo atamos a ambos lados con unas cadenas. Después de un rato preguntando por las claves al no haber respuesta por su parte, comenzaron a golpearlo, cada vez le daban más fuerte, el se revolvía de dolor, pero aún así rehusaba a hablar. No me gustaba presenciar ese lamentable espectáculo, así que subí arriba,  a la cocina a por algo de comer.
Abrí la nevera, estaba llena de suculentos dulces y de todo lo que se pudiera imaginar. Oí un ruido, pero supuse que fui yo al mover latas de cerveza o algo por el estilo. Lo oí otra vez más, no no no, esta vez estaba segura de que yo no era la causante... Provenía de cerca de las escaleras, cogí un cuchillo, con el en la mano me fui aproximando, tenía miedo, pero traté de que no se me notara, me movía en silencio, pero a medida que me acercaba, a medida que me acercaba lo que oía eran unos sollozos ahogados... Me parecía tan extraño que por un momento bajé mi arma y me paré para escuchar mejor, pero efectivamente eran unos sollozos... Llegué a un entrante que había entre las escaleras y el suelo y vi a la que era tan solo una niña de aproximadamente 8 años de edad, su piel tenía un precioso color dorado, era mulata y con unos ojos profundos verde oscuro, el pelo era marrón y liso con algunas ondulaciones. Me agaché en frente de ella y le puse la mano en la rodilla, subió la cabeza despacio, sacándola de entre los brazos que abrazaban sus rodillas y me miró asustada, le caían lágrimas por el rostro, me conmovió tanto que decidí limpiarle las lágrimas y apartarle el pelo de la cara.
-No tengas miedo- Le dije bajando el cuchillo - Como te llamas?
-Sarah - Lo decía en un tono de voz casi imperceptible
-Y tu madre?
-No está, mis padres están separados y mi papá no sabe que estoy aquí...
-De acuerdo...-La cogí de la mano y la llevé a la cocina, la senté en la mesa - Tienes hambre?
Asintió con la cabeza. Una niña asustada en casa, que su padre era el comandante del ejército y que su madre la estaría buscando... Eso podía traernos muchos problemas. La llevé a su habitación, la senté en la cama, cerré su persiana y atranqué la puerta.
-No te muevas de aquí - le dije antes de cerrar a cal y canto.
Bajé al sótano y vi que Zoe y Juliette estaban jugando a las cartas sentadas en el suelo del pasillo mientras Alec fumaba con la mirada perdida, Los gritos del comandante se oían en la puerta de la habitación. Abrí y me encontré con Alec y Rico cruzados de brazos mientras esperaban su turno para golpear al pobre hombre, Black le estaba dando una buena paliza, mientras que el estaba encadenado sin poder defenderse. Tenía un aspecto deplorable...  Los ojos hinchados, la nariz sangrándole, la boca igual, y su camisa había desaparecido.
-Arlet - le dije al oído tratando de apartar la mirada de la escena - E encontrado a su hija, a la hija del comandante....

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